DAMA DE LA POESÍA GÓTICA

DAMA DE LA POESÍA GÓTICA
SUEÑOS VAMPIRESCOS

ARTE GÓTICO

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sábado, 6 de octubre de 2018

OFRENDA LUNAR





Ataviada en cendales de novia, fluyen entre las brisas de tu aliento los efluvios meridianos de la noche. Errantes sombras, confusas, se anidaban en mis oídos. Viajantes arrullos lejanos de arpas orientales hechizadas por el viento, percibía bajo la enramada enlutada de sauces en un lago espejeante.

Al fin advertí tu presencia.



¡Eras tú mujer! ¡Eras la vestal de mis fantasías! Aquella que se transforma en volutas de opio en mi imaginación. Formas de quimeras en vapor que corren en mis febriles deseos. Removiendo en mis ojos las turgencias nacaradas de tus muslos esculturales, que escapaban de mis manos ávidas. Así como las semillas perfumadas de amapolas negras escurriendo desde el cuenco vestibular de tu montículo íntimo, hechas para macerar el aceite que alumbraría mi pensamiento.

Abierta, bajo la luna, descubrí la escultura desnuda de tu verdadero atuendo. Tu vestuario de Diosa oficiante de la luna y la noche. Me extasié con miradas sobre la tersura de tus botones encarnados, que se construyen orgullosos en tus pechos triunfales. Me mantenían en las fronteras visionarias entre dos mundos; para mi totalmente ajenos.



Atrás quedaron tus últimos atavíos despojados. Ahora sólo se cimentaba la torre de tu cuerpo firme como única verdad. Caminé sobre el filo de la espada azogada de tu seducción, que pende con tu nombre, donde descubrí símbolos tallados en arcillas y huesos con caracteres milenarios.

Una furtiva mirada de complacencia acompañada de una corta frase recibí cuando pasaste junto a mí.

-Hola Roberto -profirió- Hacía ya tiempo que no te había visto. Después prosiguió.



Hubiera sido más cortés e intercambiar impresiones junto aquella diosa encarnada. Enjoyada por un pectoral de exótica manufactura, y un penacho extravagante sobre su cabellera. Difícil para mí precisar el origen y antigüedad de aquellos ajuares.

Pasaste junto a mi sin falsos pudores, como quimera hecha de la noche en translucido atuendo. Así continuó su paso con un séquito de súbditos y doncellas cortesanas. Te vi alejar, majestuosa, imperial, sobre una litera real. Hasta perderte entre claroscuros nocturnales, asistida por tus fieles efebos y doncellas, mientras llegaba a mí un incienso ondulante en una típica emanación a narcóticos vegetales de la India.



Descubierto de mi memoria, quedé en espera de tu esperado beso, aquel que me indujera en éxtasis; ese que me transportaría en tus labios iniciáticos; los que ocultan el sueño de la eternidad, los que llevan cruzando valles y espacios entre el Lago Leteo, guardado una daga en ti tan fina e insensible que traspone de la vida a la muerte; aquella invisible arma que desaparece en el enigma de tu boca. La que llenaría la copa con el vino tinto de mis venas.



Tu boca, vaso sacro que esconde símbolos olvidados de rituales perdidos sin dimensiones. La que lleva a fronteras que desvanecen los mitos del tiempo. Plena de apologías y reseñas fragmentarias; más allá de las civilizaciones de Ur. Testimonios ignotos y arcanos que describen las génesis en cronicones de piel y huesos que se posaba en un atril.

Recuerdo las celebraciones desenfrenadas entre atabales, crótalos, cítaras, caramillos y panderetas; esos ritmos subyugantes de un frenesí saturnal de plenilunio y ofrenda orgiástica, entre impúberes ninfetas y mancebos, ante el retablo prenupcial de nimios protocolos.



Todo aguardaba en espera del arribo de la deidad encarnada, cuyo nombre era Ashtarbella (Más bella que la noche) Sacerdotisa del agua y la luna, la clarividente y astróloga que precedía los ritos litúrgicos; en una ceremonia que sellaría conmigo la unión sobre el novicio púrpura de mis labios oferentes; previo al connubio de cuerpo y alma que me anudaría a ella por eternidades en ese beso.

Finalmente, atado y desnudo con los ojos vendados sobre el altar, se acercó a mí. Respiré el hálito de su respiración. Sentí el roce de sus labios fríos que abrieron mi boca y mi alma.



Sólo sentí un torrente de goce que me hacían perder toda noción. Era un júbilo mezclado de hedonismo mortal como nunca había sentido; una sensualidad envuelta en languidez de agonía que brotó desde el palpitar de mi corazón, hasta llevarme al éxtasis. Un viaje sin retorno que me trasladó a un vórtice en el que visualice que la muerte el amor y la vida, eran parte de un solo propósito.

Perdí toda noción de espacio y tiempo después de aquel beso de eternidad. El beso que para siempre sellaría un pacto profético entre los dos, y que me daría un nuevo conocimiento. Y, además... ¡Un nuevo nombre!



ROBERTO XUCHITL PEREZ
"POETA ÍNDIGO"

@D. RESERVADOS CONFORME A LA LEY.
imagen proporcionada por el autor